El espacio multisensorial
Actualmente, con el enorme aumento de la urbanización, nos hemos acostumbrado a vivir en entornos ajetreados y ruidosos, donde pasamos alrededor del 90 per cent de nuestro tiempo en espacios interiores.
Sin embargo, desde una perspectiva evolutiva, nuestros sentidos se desarrollaron y evolucionaron en paisajes naturales muy diferentes. Y, aunque hemos aprendido a adaptarnos al ritmo acelerado de las grandes ciudades, aún estamos programados para habitar en espacios con información sensorial natural.
Porque lo cierto es que los seres humanos, al igual que todos los seres vivos, percibimos e interpretamos el mundo a través de los sentidos. Esta información, junto con las experiencias subjetivas que la acompañan, juegan un papel decisivo en la creación de los mapas mentales que guiarán nuestro comportamiento y nuestra cognición para asegurarnos la supervivencia.
A cada momento construimos una representación del mundo a través de los sentidos. Para cumplir con esta proeza, nuestros órganos sensoriales reciben una enorme cantidad de información de forma ininterrumpida: 11 millones de bits de inputs por segundo, de los cuales solo podemos procesar alrededor de 50 de manera consciente[1].
No obstante, la forma en la que elaboramos los estímulos que llegan a nuestros órganos de los sentidos (tanto la percepción como la reacción ante ellos) es única para cada individuo y depende del tipo de personalidad y el umbral de sensibilidad de cada uno.
Actualmente, muchos espacios de trabajo están colmados de estimulación sensorial ya que durante un tiempo se creyó que las personas pueden obtener mejores resultados si desarrollan sus tareas dentro de un espacio físico estimulante. Pero, existe evidencia que demuestra que la estimulación excesiva puede provocar estrés y reducir el rendimiento en algunas personalidades. Los extrovertidos, por ejemplo, prefieren los ambientes vibrantes mientras que los introvertidos se sienten más cómodos dentro de un contexto más tranquilo.
Sin embargo, el denominado ‘perfil sensorial’[2] de las personas parece tener más peso que la personalidad en la respuesta a los estímulos ambientales. De acuerdo con este modelo, cada individuo tiene una respuesta innata para procesar y filtrar la información sensorial determinada por su neurofisiología, lo cual define diferentes umbrales de tolerancia para cada uno de los sentidos. Y dado que el perfil sensorial influye en la productividad y el desempeño de los colaboradores, esto significa que necesitaremos una amplia gama de entornos dentro del espacio de trabajo.
Para abordar esta diversidad que ha permanecido ignorada durante tanto tiempo, el diseño multisensorial ofrece una alternativa que incorpora la dimensión sensorial de las personas reconociendo su particular manera de experimentar y reaccionar al espacio en el que trabajan.
Para tener éxito con esta estrategia será indispensable no solo conocer las distintas sensibilidades y su forma de manifestarse, sino también a nuestros mejores aliados: los materiales, cuyas propiedades y características singulares nos ayudarán a conseguir un espacio cómodo y saludable para todos.
Diversas necesidades sensoriales
Entre las características de procesamiento sensorial más comunes entre los adultos se pueden definir dos extremos con una amplia gama de matices en el medio: hipersensibles e hiposensibles[3].
En el espectro más bajo de sensibilidad se encuentran los hiposensibles, personas que requieren ser sobreestimuladas para procesar correctamente la información sensorial. Es por esto que disfrutan de los ambientes con luces brillantes, las multitudes, las áreas ruidosas y la proximidad de otras personas. En el extremo opuesto están los hipersensibles, aquellos cuya fisiología amplifica los estímulos sensoriales y por eso prefieren los entornos más neutros y predecibles, con menos cantidad de información. Mientras que las personas neurotípicas transitan un territorio que se ubica entre estos dos polos.
Esto quiere decir que hay toda una gama de umbrales de procesamiento sensorial que puede manifestarse en cualquiera de los sentidos o en varios a la vez. Pero, además, las distintas sensibilidades pueden estar relacionadas con el trabajo que se lleva a cabo: las tareas complejas que exigen más atención pueden reducir nuestro umbral de excitación y requerir un entorno con pocos estímulos.
Lo cierto es que la sobrecarga sensorial no es privativa de los neurodiversos; los neurotípicos también pueden experimentarla y padecer síntomas tales como irritabilidad; dificultad para participar en actividades e interactuar con otras personas; sobreexcitación; sensibilidad excesiva al tacto, al movimiento, a las imágenes o a los sonidos; tensión muscular; hiperhidrosis; inquietud; insomnio; fatiga; mareos; dificultad para concentrarse, etc.
Esto nos indica que cada empleado tiene diferentes requisitos sobre las condiciones espaciales que necesita para desplegar al máximo su productividad y sentirse pleno en el lugar de trabajo.
Un espacio para múltiples sensibilidades
Por lo general, al diseñar un espacio de trabajo se asume que todos los integrantes de la fuerza laboral tienen las mismas necesidades sin tener en cuenta que lo que constituye un entorno productivo para unos puede agotar a otros y viceversa.
El mejor enfoque para abordar el diseño multisensorial de la oficina es reconocer la existencia de la neurodiversidad a fin de proporcionar una gama graduada de entornos para los distintos perfiles sensoriales. Conociendo el impacto que tienen los distintos elementos de diseño (el color, las texturas, el volumen, las luces, etc.) en cómo nos sentimos, una elección adecuada e intencional de los materiales será fundamental en el proceso ya que las formas con las que se materializa el ambiente de trabajo son importantes disparadores sensoriales.
Espacios de baja estimulación. Son ideales para el trabajo de concentración con escasa estimulación sensorial del ambiente. Deben ser un refugio acústico ubicado lo más lejos posible de las zonas de tránsito.
Contarán con poca tecnología, iluminación tenue, cálida y personalizada para evitar el deslumbramiento, y escritorios individuales con formas orgánicas separados unos de otros para lograr mayor privacidad. Para ello también se podrán utilizar mamparas, separadores y cortinas, y se pueden incluir pods de trabajo individual.
A fin de lograr un buen acondicionamiento acústico se elegirán cielorrasos, cortinas, paneles y mobiliario con tratamiento fonoabsorbente.
Los materiales de revestimiento tendrán texturas suaves o neutras, no abrasivas y una tonalidad de colores fríos poco saturados.
Espacios de estimulación media. Son adecuados para el trabajo colaborativo de poca intensidad con una estimulación sensorial moderada. Admiten ruido de fondo bajo y no requieren privacidad total. En este sentido, la reproducción de sonidos naturales tales como el agua que fluye ayuda a mejorar el estado de ánimo además de proporcionar mayor privacidad a las conversaciones[4].
Estos entornos se pueden equipar con escritorios más pequeños y muebles con formas orgánicas y bordes curvos. Para alejar la circulación de las áreas de trabajo se pueden trazar ‘caminos’ utilizando diferentes materiales en los solados.
A fin de aportar una mayor información sensorial es posible apelar a las variaciones de color y textura en los materiales, siempre cuidando de mantener una paleta tonal armoniosa. Las texturas pueden incluir elementos naturales que se perciben como cálidos y suaves tales como el algodón, el cuero y la madera, y ayudan a crear una atmósfera relajada.
Espacios de alta estimulación. Dado que son los que tienen más actividad conviene ubicarlos cerca de la entrada y las zonas de circulación. Estos espacios incluyen las áreas sociales y colaborativas que van desde el open plan sin escritorios asignados hasta los comedores y los Coffee Point. Allí la estimulación sensorial es alta, con iluminación más fría y brillante, conversaciones de fondo y poca privacidad.
En estos entornos se pueden utilizar colores cálidos y vibrantes con detalles más saturados en forma localizada para aumentar la estimulación visual, pero sin exagerar. También admiten patrones y texturas más complejas, líneas rectas y contornos definidos.
También se pueden incluir superficies y revestimientos de materiales reflectantes tales como el vidrio o los metales pulidos, pero también las piedras naturales y el porcelanato en los pisos. Crear contrastes sensoriales entre los materiales (texturas lisas y brillantes en combinación con superficies más suaves y cálidas) puede crear una tensión perceptual estimulante para los sentidos.
References
- https://www.britannica.com/science/information-theory/Physiology
- BROWN, C. et al. (2001): “The adult sensory profile: Measuring patterns of sensory processing”.
- CASSIDY, M. K. (2018): “Neurodiversity in the workplace: Architecture for autism”.
- DELOACH, A. et al. (2015): “Tuning the cognitive environment: Sound masking with ‘natural’ sounds in open-plan offices”.
- DUNN, W. (1994): “Performance of typical children on the sensory profile: An item analysis”.