Las claves del diseño biofílico
Durante estos últimos meses de distanciamiento social y aislamiento preventivo debido al brote global de COVID-19, muchos de nosotros nos hemos visto obligados a trabajar en casa a tiempo completo
En este inusual contexto, las condiciones del entorno físico cotidiano han revelado sus limitaciones para satisfacer nuestras necesidades básicas de bienestar. Con acotadas posibilidades para disfrutar del aire libre y el contacto con la naturaleza, corremos el riesgo de sufrir un impacto negativo tanto en nuestra salud física como mental.
Y aunque vivimos en una era en la que nos habituamos a pasar gran parte de nuestra jornada en actividades bajo techo, con luz artificial y privados del contacto con el mundo natural –solemos estar el 90 por ciento de nuestro tiempo en entornos construidos por el hombre[1], con acceso limitado al aire libre– esta situación de encierro forzado ha puesto en evidencia que nuestras necesidades biológicas, adaptadas durante millones de años a las condiciones del ambiente natural, no se han podido acomodar completamente a estos cambios. El estilo de vida urbano es tan reciente en relación con la escala evolutiva humana que muchos científicos se preguntan si hemos tenido suficiente cantidad de tiempo para adaptarnos a este nuevo ambiente.
A medida que la pandemia evoluciona en las diferentes partes del mundo, en algunos países el teletrabajo seguirá siendo la norma aún por un tiempo mientras que en otros comenzará a retomarse la actividad económica y, con ella, el retorno a la oficina. Este es el momento de repensar el lugar de trabajo, donde quiera que esté, y de buscar nuevas fórmulas para crear espacios enfocados en la salud y el bienestar de las personas como la principal prioridad.
¿Podrían los principios del diseño biofílico ser la clave para crear ambientes más sostenibles, humanos y reconfortantes en el futuro post pandémico?
¿Qué es la Biofilia?
Edward O. Wilson, reconocido biólogo evolucionista, define la Biofilia como nuestra tendencia innata a conectarnos con los procesos naturales y otros organismos vivos[2]. Por su condición de ‘innata’, la Biofilia se ubica en el rango de las necesidades biológicas indispensables para un saludable desarrollo físico y mental. Y esto no debería sorprendernos ya que durante más del 99 por ciento de la historia humana nuestra especie ha vivido en íntimo contacto con el medio natural para sobrevivir.
La hipótesis de la Biofilia encuentra su mayor sustento en nuestra tendencia a preferir los paisajes naturales a las vistas construidas. Detrás de esta respuesta común a la mayor parte de los humanos, se encuentra la ancestral necesidad de evaluar el medio ambiente en términos de su compatibilidad con nuestros requerimientos y propósitos más básicos: alimento, refugio, seguridad. Si los animales eligen su hábitat por medio de mecanismos innatos desarrollados y afinados durante generaciones por la selección natural, es lícito suponer que las personas hacemos lo mismo, afirma Wilson. Y resulta notable que ciertas características fundamentales del antiguo hábitat donde emergió el hombre, la sabana africana, coinciden con las preferencias paisajísticas de los humanos modernos: vistas amplias, moderada complejidad, árboles dispersos, presencia de agua y abundante biodiversidad, entre otros.
También se ha comprobado que el contacto con la naturaleza tiene efectos restauradores sobre las personas, especialmente cuando experimentamos altos niveles de estrés y ansiedad o nos vemos obligados a pasar largos períodos en situaciones de confinamiento. El contacto con el ambiente natural produce bienestar físico y emocional, mejora la recuperación ante el estrés, evoca emociones positivas, facilita la creatividad y beneficia el funcionamiento cognitivo de alto nivel[3].
Los componentes del diseño biofílico
La vida en las grandes ciudades ha resultado en una desconexión cada vez mayor entre las personas y la naturaleza. En un escenario urbano cada vez más degradado por la contaminación ambiental, la falta de espacio y el uso intensivo del transporte vehicular, entre otros factores, es importante comenzar a pensar en soluciones que colaboren con la preservación del ecosistema natural.
La aplicación del diseño biofílico implica la utilización de diversas estrategias de diseño orientadas a restaurar ese vínculo, poniendo énfasis en las características y los patrones espaciales que preservan y evocan el hábitat humano natural. A continuación, enumeramos algunas opciones:
→ Perspectiva hacia la naturaleza. Un espacio con vistas amplias a la naturaleza reduce el estrés y mejora el estado de ánimo y el rendimiento cognitivo. Las escenas con vistas al horizonte estimulan los centros opioides del cerebro creando una sensación de bienestar que puede alentar el movimiento y la exploración.
→ Estímulos sensoriales. La experiencia del espacio es multisensorial, no solo visual. Los estímulos auditivos, hápticos u olfativos pueden crear condiciones ambientales complejas y variables, similares a las de la naturaleza. Esto también puede incluir cambios sutiles en la temperatura y el flujo del aire, la humedad relativa y las temperaturas de las distintas superficies.
→ Calidad del aire interior. Para controlar la calidad del aire interior es necesario asegurar el suministro de aire fresco del exterior y controlar la contaminación ambiental causada por la presencia de gases, emanaciones, microorganismos, etc. Esto reduce las enfermedades respiratorias y alérgicas, aumenta la satisfacción, la productividad y el bienestar de los ocupantes.
→ Presencia de agua. La fluidez, el sonido, la iluminación, la proximidad y la accesibilidad del agua mejoran la experiencia del espacio.
→ Luz dinámica. Aprovechar los cambios en la intensidad y el color de la luz en el transcurso del día ayuda a recrear las condiciones que ocurren en la naturaleza y a respetar los ritmos circadianos. También mejora el estado de ánimo y el funcionamiento cognitivo al mismo tiempo que reduce el estrés.
→ Color. La elección de los colores debe favorecer los tonos ‘tierra’ característicos del suelo, las rocas y las plantas. El uso de colores brillantes debe aplicarse con cautela y evitar el uso de pigmentos muy contrastantes y vibrantes.
→ Curvas: nuestros ojos y cerebro tienen sensores de curvatura específicos por lo que, instintivamente, buscamos curvas a nuestro alrededor. Además, las superficies curvilíneas abren gradualmente el espacio e invitan a moverse y explorar.
→ Patrones biomórficos. Las referencias a los patrones predominantes en la naturaleza en alfombras, textiles o pinturas mejoran el bienestar y el estado de ánimo. Las geometrías naturales incluyen los diseños fractales, la proporción áurea y la secuencia de Fibonacci.
→ Uso de materiales naturales. El uso de materiales naturales y locales crean un mayor sentido de pertenencia y apego al lugar, y pueden ser utilizados en una amplia gama de elementos de diseño.
→ Complejidad. Las personas responden positivamente a los entornos diversos, ricos en información y que presentan una gran cantidad de opciones y oportunidades, siempre que la complejidad se experimente de una manera coherente y legible.
→ Vegetación. La investigación sobre los beneficios de la vegetación sobre las personas es muy abundante. No solo mejora la calidad del aire interior sino también el estado emocional de las personas. La elección, en lo posible, debe centrarse en especies locales.
Otro modo de crear un entorno más natural dentro de los ambientes urbanos, adaptado a la la falta de espacio, consiste en destinar el techo y las paredes de los edificios a cultivar jardines.
→ Representaciones de la naturaleza. Las fotografías, pinturas, murales, videos o simulaciones por computadora de la naturaleza pueden ser sustitutos efectivos. La investigación muestra respuestas tanto fisiológicas como psicológicas más positivas que a las escenas urbanas.
Biofilia, sustentabilidad y compromiso
Nuestra biología nos ha preparado para relacionarnos con el entorno y, a pesar de los enormes cambios que se han producido en los últimos años, nuestro vínculo con el medio ambiente aún tiene la impronta de estos mecanismos innatos.
El diseño biofílico propone la creación de espacios más saludables, mejor adaptados a las necesidades de las personas y, al mismo tiempo, más sostenibles. Al adecuarse a nuestras demandas biológicas de bienestar y a nuestro ecosistema de origen, reconoce la variedad de factores complejos y dinámicos que habrá que considerar en cada proyecto: el contexto, la orientación, el uso de los materiales, las formas y las texturas, los recorridos, los estímulos sensoriales, etc.
Todo esto sin descuidar la calidad de la experiencia y el compromiso emocional que el diseño biofílico suscita en las personas. Para identificarnos y asumir la responsabilidad de los lugares en los que habitamos y trabajamos es preciso estar profundamente conectados con ellos.
[1] KELLERT, S.R. & CALABRESE, E.F. (2015): “The Practice of Biophilic Design“.
[2] WILSON, E.O. (1984): “Biophilia”.
[3] WILSON, E.O. et al. (2013): “The Biophilia Hypothesis”.